Últimamente, no tengo ganas de escribir y me da bastante pereza seguir haciendo entradas para este blog. Se podría decir que tengo una crisis de autor, pero la verdad es que cuando pones ilusión en un proyecto y se resquebraja tras años de esfuerzo, es difícil sacar fuerzas para continuar. Llevo meses intentando hablar de la serie The Witcher en Netflix, pero las circunstancias me han retrasado este post demasiado. Dicen que nunca es tarde, si la dicha es buena, esperemos que se pueda aplicar a estas líneas.
He de admitir que mis contactos con las aventuras de Geralt de Rivia siempre han sido a través de los videojuegos, exactamente con The Witcher III: Wild Hunt, y que este juego no me gustó mucho, ya que su jugabilidad es complicada, pero su historia me atrajo (lo poco que vi, porque me cansé enseguida). Otro de los contactos que tuve con El Brujo, fue debido a que algunos de los lectores de mi primera novela de fantasía, El Despertar, la compararon con la saga literaria de Andrzej Sapkowski, lo que siempre ha sido un honor para mí, aunque no estuviera entre nuestras influencias. Con estos antecedentes, me decidí a ver la serie cuando la estrenaron.